En el siglo XVII, el interés religioso de la contrarreforma favorece la creación y construcción de conventos. El año 1616, Lluc Espanyol, un javiense devoto y piadoso, hizo una donación de seis fanegadas, fuera de las murallas de la villa, con el fin de construir el Convent Mínim de Nostra Senyora de la Victòria i Sant Francesc de Paula.
Con el paso de los años, se crea alrededor del convento un gran arrabal, indicador del crecimiento urbanístico y demográfico del pueblo. El convento estaba formado por varias dependencias, entre las cuales destacaba el claustro de dos plantas de estilo renacentista y la iglesia, con una gran fachada tosca, recta y vertical abierta a la plaza. Todo este conjunto fue afectado por las leyes desamortizadoras del siglo XIX y fue cedido al Ayuntamiento en 184. Destruido en 1936, el Ayuntamiento permuta este solar que ahora ocupa el mercado.
Sobre este amplio solar, se construyó en 1946 el actual convento destinado a acoger la comunidad de las Agustinas Descalzas, abandonándolo definitivamente en 2003.