La ermita de Santa Llúcia i Santa Bàrbara es la tercera de las antiguas ermitas existentes en Jávea que quedan en pie, de las cuatro que había, y la única de ellas que mantiene el culto. Aunque no se dispone de documentación sobre su origen (las primeras referencias a su existencia son del siglo XVIII) y ha sido muy modificada a lo largo de la historia, por la tipología puede clasificarse dentro de las llamadas ermitas de conquista. Ramón Candelas Orgilés sitúa su construcción entre los siglos XV y XVI, mientras que otras fuentes la remontan incluso al siglo XIV.
Algunos de sus elementos y dependencias fueron añadidos en fechas más modernas, como el porche delantero y la vivienda de la ermita, construidos seguramente en el siglo XVIII. En la actualidad es propiedad municipal y se encuentra en buen estado gracias a recientes intervenciones que han enmendado daños y desperfectos. Una familia de la población custodia las llaves de la ermita y se encarga de su cuidado y mantenimiento.
Consolidada sobre las rocas de la cumbre donde se asienta, y precedida por una amplia terraza a manera de mirador con pozo y pinar, la blanca silueta de la ermita se distingue fácilmente desde muchos puntos de los alrededores. El edificio rectangular tiene aneja, al lado derecho, la vivienda del ermitaño, sobre la cual se prolonga la cubierta de tejas a dos aguas, lo que da a la fachada un aspecto asimétrico. Frente a ella se adosa una especie de porche o refugio con tejadito independiente, amplia abertura de acceso, piso de losetas y poyo corrido en su estrecho interior. Sobre él, rematando la parte alta, se levanta la espadaña con campana bautizada como Santa Llúcia, fundida en 2003, y que sustituye a una anterior. Esta campana primitiva, datada a principios del siglo XV, fue retirada al instalarse la nueva para ser conservada en el Museo Municipal Soler Blasco, puesto que es una de las pocas campanas góticas de la comarca y es, por lo tanto, una pieza de gran valor histórico. Sin embargo, tampoco sería esta la campana original de la ermita, destruida durante la Guerra Civil.
Por la puerta enmarcada en arco de medio punto formado por grandes dovelas y sillares, accedemos al interior, con una nave rectangular dividida en dos tramos por arco diafragmático, muy abierto y ligeramente apuntado, que soporta la viga longitudinal del entramado de vigas de madera que forma la techumbre a dos aguas. A la derecha de la entrada se abre un espacio accesorio donde se añadieron la sacristía y el pequeño coro en el siglo XVIII. Tras el altar, existe en el testero un retablo de obra, cuya única hornacina acoge una imagen de santa Lucía luciendo una rica vestimenta.